La Pasión de Cristo es el culmen del amor divino. En su entrega total, Jesús se anonada, tomando forma de siervo y sacrificándose por nuestra redención. Este misterio es una invitación constante a abrir nuestro corazón al amor infinito de Dios. Como dice San Francisco de Asís: “El amor no es amado”. Meditamos sobre esta verdad, la Pasión de Cristo, nos llama a corresponder al sacrificio de Jesús con gratitud y conversión.
El significado de la pasión de cristo
La Pasión nos lleva a contemplar a Cristo no solo como un maestro, sino como el Salvador que vence al pecado y a la muerte. Así, comprendemos que el sufrimiento, cuando es asumido con amor, tiene un poder redentor. En este tiempo santo, estamos llamados a unirnos espiritualmente al sacrificio del Señor y a renovar nuestra fe en su victoria sobre el mal.
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La cruz: símbolo de entrega, amor y esperanza
La cruz, instrumento de sufrimiento, se convierte en el emblema del amor más puro y redentor. Cada clavo, cada golpe y cada herida revelan un amor inmenso que trasciende todo entendimiento. Contemplar la cruz nos invita a ver más allá del dolor, a encontrar en ella la victoria del amor sobre la muerte y a reflexionar sobre nuestra propia cruz en la vida diaria.
Jesús nos muestra con su crucifixión que la verdadera grandeza reside en el servicio, el sacrificio y la entrega total por los demás.
Los brazos tendidos invitan a abrazarnos, el costado abierto nos recibe en sus entrañas”. La cruz nos anima a perseverar en la esperanza y a vivir con la certeza de que Dios nunca nos abandona.
San Juan de Ávila
Cómo meditar la pasión de cristo
Para meditar la Pasión del Señor, es esencial preparar el corazón con disposición humilde y orante. Siguiendo los consejos del archivo, podemos:
- Composición de lugar: Imaginarse al lado de la Virgen María junto a Jesús en su agonía.
- Jaculatorias y súplicas: Orar frases breves como: “Haz que su cruz me enamore”. “Santa Madre dolorosa: tus ojos para mirarle, tus oídos para escucharle, tu corazón para amarle”.
Además, podemos contemplar las estaciones del Vía Crucis o las escenas específicas de la Pasión, como la flagelación, la coronación de espinas o la muerte en la cruz. Estas prácticas nos ayudan a profundizar en el amor y el dolor de Cristo, uniéndonos más íntimamente a Él.
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La semana santa: jueves santo, viernes santo y sábado santo
La Semana Santa es una invitación al silencio y a la oración, un tiempo para desconectarnos del bullicio y centrarnos en el misterio de la redención. Cada día tiene un significado especial:
- Jueves Santo: Celebramos la institución de la Eucaristía y el mandamiento del amor fraterno. Como recordó Benedicto XVI, Jesús nos enseña la grandeza de servir al prójimo al lavar los pies de sus discípulos.
- Viernes Santo: Rememoramos la Pasión y Muerte de Jesús, participando en el Vía Crucis y adorando la cruz como símbolo de nuestra salvación.
- Sábado Santo: Día de espera y contemplación. Junto a María, perseveramos en la fe, esperando la Resurrección gloriosa.
Este itinerario espiritual nos prepara para la Pascua, cuando celebramos con gozo la victoria de Cristo sobre la muerte y su promesa de vida eterna.
La resurrección: el triunfo del amor sobre la muerte
La historia de la Pasión culmina gloriosamente con la Resurrección de Jesús. Este evento es la base de nuestra fe cristiana y la fuente de nuestra esperanza. En palabras de San Juan Pablo II: “El sacrificio del Hijo no es un acto de crueldad, sino la cumbre del amor del Padre hacia la humanidad”.
La Resurrección nos recuerda que el mal, el pecado y la muerte no tienen la última palabra. Al aceptar a Cristo como nuestro Salvador, somos llamados a vivir en la luz de su amor, transformados por su gracia y comprometidos a llevar su mensaje de esperanza al mundo.
Meditación del venerable padre tomás morales
La columna. Crueldad. Por las circunstancias que nos constan históricamente, concurrieron en este acontecimiento de la Pasión. Pilatos quiere que quede muerto. El 95 por ciento, por lo menos, de las víctimas de la flagelación morían en el acto o poco después. Ha dado órdenes rigurosas para que se ejecute el suplicio con toda su crueldad. Atado a la columna, […], empiezan a descargar los golpes, siente un dolor vivísimo en sus carnes inmaculadas. Jesús, entre tanto, callaba. Ni una palabra, ni un gesto, ni una actitud. “Silencio triunfal”, me dice San Agustín. En las grandes agonías de las almas, en los grandes sufrimientos, estas palabras de Jesús confortan.
Conoce al Venerable Padre Tomás Morales
Se dice de Santa María Magdalena Sofía, una de las santas más crucificadas del siglo XIX, que en las persecuciones que tuvo que sufrir de parte de las mismas hijas que ella había fundado, encontraba su refugio y fortaleza en estas palabras del Evangelio: “Jesús, entre tanto, callaba”.
Silencio triunfal porque me alcanzan también a mí las fuerzas para triunfar de mis rebeldías, de mi deseo de organizar mi vida, de mis independencias, de mis pasiones… ¡Silencio triunfal…!
Señor, te vas desangrando y debilitando cada vez más. Caes en el suplicio de la flagelación. Me conmueve lo que oras al Padre: “Padre, Padre mío, perdónalos a estos que me azotan, a todos los demás que me están azotando con sus pecados, perdónalos porque no saben lo que se hacen”. No te cansas de suplicar perdón para los que te persiguen.