Monje rezando de rodillas ante un cuadro de la Virgen y un crucifijo, simbolizando la oración en Cuaresma, un tiempo de conversión a Dios y para con el prójimo.

Las armas del cristiano | Cuaresma y conversión

La Cuaresma es una peregrinación personal y comunitaria de conversión y renovación espiritual. Para ello, contaremos cuáles son esas armas del cristiano para esta Cuaresma. Según la antiquísima tradición romana de las estaciones cuaresmales, durante este tiempo los fieles, juntamente con los peregrinos, cada día se reúnen y hacen una parada (statio) en una de las muchas memorias de los mártires, que constituyen los cimientos de la Iglesia de Roma.

La peregrinación cuaresmal y el llamado a la conversión

En las basílicas, donde se exponen sus reliquias, se celebra la Santa Misa precedida por una procesión, durante la cual se cantan las letanías de los santos. Así se recuerda a los que con su sangre dieron testimonio de Cristo, y su evocación impulsa a cada cristiano a renovar su adhesión al Evangelio.

A pesar del paso de los siglos, estos ritos conservan su valor, porque recuerdan cuán importante es, también en nuestros tiempos, acoger sin componendas las palabras de Jesús:

El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame (Lc 9, 23).

El Papa Francisco imponiendo la ceniza en Cuaresma, recordando la llamada a la conversión, la oración, el ayuno y la limosna.
El Papa Francisco impone la ceniza, invitando a vivir la Cuaresma como un tiempo de conversión a Dios y al prójimo.

Otro rito simbólico, gesto propio y exclusivo del primer día de Cuaresma, es la imposición de la ceniza. ¿Cuál es su significado más hondo? Ciertamente, no se trata de un mero ritualismo, sino de algo más profundo, que toca nuestro corazón.

Nos ayuda a comprender la actualidad de la advertencia del profeta Joel, que recoge la primera lectura, una advertencia que conserva también para nosotros su validez saludable: a los gestos exteriores debe corresponder siempre la sinceridad del alma y la coherencia de las obras.

El combate espiritual para el cristiano

En efecto, ¿de qué sirve —se pregunta el autor inspirado— rasgarse las vestiduras, si el corazón sigue lejos del Señor, es decir, del bien y de la justicia?

Lo que cuenta, en realidad, es volver a Dios, con un corazón sinceramente arrepentido, para obtener su misericordia (cf. Jl 2, 12-18).

Un corazón nuevo y un espíritu nuevo es lo que pedimos en el Salmo penitencial por excelencia, el Miserere, que hoy cantamos con el estribillo: “Misericordia, Señor: hemos pecado”. El verdadero creyente, consciente de que es pecador, aspira con todo su ser —espíritu, alma y cuerpo— al perdón divino, como a una nueva creación, capaz de devolverle la alegría y la esperanza (cf. Sal 50, 3. 5. 12. 14).

Otro aspecto de la espiritualidad cuaresmal es el que podríamos llamar “agonístico”, y se refleja en las oraciones de la liturgia, donde se habla de “las armas del cristiano”, de la penitencia y de “combate” contra las fuerzas del mal.

Cada día, pero especialmente en Cuaresma, el cristiano debe librar un combate espiritual, como el que Cristo libró en el desierto de Judá, donde durante cuarenta días fue tentado por el diablo, y luego en Getsemaní, cuando rechazó la última tentación, aceptando hasta el fondo la voluntad del Padre. Es un combate que implica a toda la persona y exige una atenta y constante vigilancia.

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Ejercicio de caridad para esta semana de Cuaresma

El amor debe traducirse en gestos concretos en favor del prójimo, y en especial en favor de los pobres y los necesitados, subordinando siempre el valor de las “obras buenas” a la sinceridad de la relación con el “Padre celestial”, que “ve en lo secreto” y “recompensará” a los que hacen el bien de modo humilde y desinteresado (cf. Mt 6, 1. 4. 6. 18).

La concreción del amor constituye uno de los elementos esenciales de la vida de los cristianos, a los que Jesús estimula a ser luz del mundo, para que los hombres, al ver sus “buenas obras”, glorifiquen a Dios (cf. Mt 5, 16).

Mira cómo puedes ayudar a los que están necesitados y muy cerca de ti: dedícales tu tiempo, llámales por teléfono, ofréceles tu ayuda, acompáñales al médico, hazles una visita, ten pequeños detalles

“Lo que hiciste con uno de éstos, a mí me lo hiciste”.

Practiquemos la abnegación cuaresmal

“Los tiempos y los días de penitencia a lo largo del año litúrgico (el tiempo de Cuaresma, cada viernes en memoria de la muerte del Señor) son momentos fuertes de la práctica penitencial de la Iglesia” (CCE).

La conversión nace del corazón, pero no se queda encerrada en nuestro interior, sino que fructifica en obras externas. Entre ellas destacan, en primer lugar, la participación en la Santa Misa y en el sacramento de la Penitencia.

El Catecismo nos dice: “La Escritura y los Padres insisten sobre todo en tres formas: el ayuno, la oración, la limosna (cfr. Tb 12,8; Mt 6,1-18), que expresan la conversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación a los demás”.

Estas tres formas de alguna manera compendian y comprenden todas las demás.

  • El ayuno no es sólo renuncia moderada en los alimentos, sino también otras renuncias para dedicarnos mejor a Dios y hacer el bien a los demás.
  • La oración nos acerca al Señor: contemplación, meditación diaria, adoración eucarística y el rezo del Santo Rosario.
  • La limosna no es solo dar dinero, sino compartir el tiempo, cuidar enfermos, perdonar, corregir con caridad y dar consuelo.

Este es el camino cuaresmal, estas son las armas que el cristiano debería trabajar, porque nos lleva hacia la Pascua. Sirven para vivir plenamente el misterio de la Resurrección de Cristo.

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