Hogares de santa maría
Asociación pública de fieles para y por la familia
Su carisma
Lo configuran sus actividades
Ejercicios espirituales ignacianos
Tandas de cuatro días y siete días en silencio. Fieles a la enseñanza ignaciana, los ejercicios anuales son el núcleo de su espiritualidad. En silencio, han dado miles de oportunidades para el encuentro personal y profundo con Dios.Retiros mensuales
Prolongación mensual de los ejercicios, vertebran la vida espiritual en fidelidad de asociados y simpatizantes. Confesión frecuente, participación diaria en la Eucaristía, dirección espiritual.Jornadas de oración y estudio
Momento fuerte de encuentro con Dios y con los demás. Familias abiertas siempre a que las almas, todas las almas, -solteros y casados, padres, abuelos, hijos y nietos, amigos y compañeros- tengan vida y la tengan más abundante.Convivencias generales y particulares de grupo
Ocasiones para el encuentro de amistad, de alegría y de intimidad. Y para sintonizar con lo que la Iglesia nos sugiere o pide en cada momento.Círculos de estudio semanales
Auténtico test de perseverancia y escuela de permanente formación.Los fundadores
Emilio Martínez Jiménez y Lidia Alcalde Antón
El matrimonio formado Emilio Martínez Jiménez y Lidia Alcalde Antón (fallecidos el 13/09/2014 y 17/09/2015) fue el iniciador de los Hogares de Santa María en el año 1965. A su entusiasmo, dedicación y entrega se debe que el carisma, que el Espíritu Santo concedió al P. Morales, fuese una realidad en la vida matrimonial.Padre Tomás Morales SJ
En torno a la figura apostólica y espiritualmente atractiva del padre Tomás Morales, creció un movimiento espiritual y apostólico que atrajo con entusiasmo a hombres y mujeres jóvenes. Empezó entre la juventud madrileña y pronto se extendió en todas las direcciones de la geografía española, para alcanzar con el paso de los años también América y Europa. La profunda formación espiritual de la personalidad, según el modelo de Cristo, que caracteriza el trabajo apostólico del padre Morales con los jóvenes, posibilitó una asimilación fecunda para la Iglesia del Concilio Vaticano II, para su obra y una aceptación total y entusiasta del programa de Juan Pablo II de una Nueva Evangelización. –Cardenal Antonio María Rouco